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TERROR

  Cuando me levantaba, cuando me acostaba, cada vez que miraba en el espejo, siempre estaba ahí, observando. Nunca me había atrevido a mirar más que por el rabillo del ojo. Un día, tuve el valor. Me incorporé en mi cama y moví toda mi silueta hacia la esquina izquierda, lo más próximo a los pies de mi cama. Temblé un poco, la figura no se movía, tenía un color blanco sucio, grisáceo, una complexión esquelética, mediría unos dos metros y medio de puro hueso. Su rostro era lo que más me perturbaba, dos cavidades por ojos, solo había huecos cerrados sin vida. No tenía nariz y su boca estaba inundada de cuchillas, clavadas donde debería haber dientes. A pesar de estar a oscuras, resaltaba entre armarios y cortinas, se encorvaba cada vez más hacia mí y acercaba sus largos dedos, sucios como si hubiera deshecho carbón con ellos. Me asusté y lo olió y agarró mi cara, cubriéndola entera e impidiéndome gritar. Mi cara se volvió negra y mis ojos rodaron, colocándose en mi nuca para terminar desa

Sherlock, Lupin y yo. El trío de la dama negra

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  En un frío invierno de 2020 me regalaron un libro por mi cumpleaños. La portada me parecía interesante, pero sentí una corazonada que me advertía de que debería esperar unos años para empezar a desvelar los secretos que se escondían en estas páginas. Aun así, ignoré a mi instinto y decidí leer el libro. Como intuía, no era apropiado para una niña de mi edad. No me gustaba. Tenía mucho vocabulario que yo desconocía. Por tanto, volví a recurrir a mi instinto y esperé. Este libro estuvo durante más de un año colocado en una estantería. A pesar de que todavía no lo había leído ocupaba un lugar destacable, pues estaba delante de todos los libros que tenía en mi habitación. Por fin llegó el día. Era una tarde tranquila. Yo me había acabado de leer uno de esos cuentos de aventura y fantasía que tanto me gustaban. Y lo vi ahí. Llamaba la atención con aquella intrigante portada. Esta vez fue la de verdad, la buena. Lo abrí. Me senté. Y leí. A medida que pasaba las páginas más me apetecía segu